La confianza no se gana, se da
La confianza, un sentimiento que no controlamos pero que condiciona nuestras relaciones y nuestra actitud ante nuestra vida. En un mundo donde no sabemos qué es verdad o mentira, ¿podemos confiar? ¿debemos confiar? ¿sabríamos confiar?
Pero que es realmente la confianza.
“Esperanza firme que una persona tiene en que algo suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en que otra persona actúe como ella desea.”
Curioso que la confianza sea una esperanza. La creencia, más allá de la razón, de que algo vaya a suceder de una manera, o en las personas, que vayan a tener un determinado comportamiento.
Yo diría más. La confianza es un mecanismo de defensa para que no te hagan daño emocional. Como ahora veremos, la confianza tiene una relación directa con las expectativas que se tienen con una persona. Si una persona no cumple tus expectativas duele. Si además esas expectativas son el combustible de una ilusión, el dolor es mayor. Confiar es un riesgo, que los que viven a la defensiva no quieren asumir, y usamos expresiones como que “la confianza se gana” para delegar esa responsabilidad en el otro. También están los que confían ciegamente en su “intuición” y luego refuerzan esa convicción cuando tienen razón, pero no comprueban cuántas veces estuvieron equivocados.
La confianza, un sentimiento que condiciona las relaciones.
En el mundo que vivimos ya no sabemos que pensar. Hay claras evidencias de la constante manipulación de la que somos objeto. La tecnología de la manipulación ha llegado a tal capacidad que, a mi entender, está poniendo en riesgo incluso la propia democracia, pero este tema lo dejaremos para otro post.
Siempre se dice que la confianza se gana, pero a veces encontramos a alguien que “me da mala espina” y haga lo que haga nunca “será de mi confianza”.
Por otro lado, a veces encontramos a alguien que “nos inspira confianza” e inmediatamente confiamos en él.
Al ser humano le cuesta mucho trabajar con conceptos incompletos. Un concepto, un conocimiento, tiene que estar completo. Cuando conocemos a alguien, lo que no sabemos de esa persona lo rellenamos nosotros. Ahí residen los prejuicios y las expectativas.
Conocemos a alguien e inmediatamente, en base de la poca información que tenemos, hacemos un perfile de esa persona y le asignamos un nivel de confianza. Todo a nivel emocional sin darnos cuenta. Hay muchos artículos antropológicos que estudian este proceso. Entonces ¿quién es el actor principal en la asignación de confianza a una persona? Nosotros mismos.
La persona que es conocida tiene poco o nada que decir al respecto. Nosotros y nuestro pasado condicionan la opinión que tenemos sobre alguien que no conocemos. Y no pasa nada si luego dejáramos que las experiencias con esa persona corrigieran esta opinión, pero no siempre somos justos en esa corrección. Si nuestra primera impresión fue positiva, lo normal es que nuestra opinión mejore, pero si fue negativa probablemente empeore. Por eso se dice que “la primera opinión es la que cuenta”. ¿Por qué sucede esto?
Esto sucede porque la confianza filtra la credibilidad de esa persona. Por lo tanto, si desconfiamos de alguien también desconfiaremos de cuanto venga de ella, alimentando la desconfianza.
Este proceso se suele corregir normalmente si los prejuicios negativos iniciales son moderados. A base de compartir buenas experiencias las expectativas de un comportamiento adecuado van aumentando y con ello, en nivel de confianza. Pero si los prejuicios son muy fuertes, nunca confiaremos en esa persona. De hecho, cualquier experiencia, buena o mala, alimentará ese prejuicio, ya que tintaremos las intenciones de la opinión que tenemos.
Esto también sucede, al contrario. Si tenemos una buena opinión de alguien, nos cuesta ver lo malo en ellos. Si además le queremos, puede que no lo veamos hasta que dejemos de hacerlo.
Hay una charla de TED que explica este proceso de polarización de la opinión y como elevamos a realidad lo que soporta nuestras opiniones y rechazamos lo que las ponen en duda.
Como todos los sentimientos no los podemos controlar, aunque los podemos influir.
Hay varios estudios que demuestran que, si actuamos alineados con un sentimiento el tiempo suficiente, al final el sentimiento aparece.
Por lo tanto, si quieres confiar en alguien solo tienes que actuar como si confiaras hasta que aparezca la confianza.
Conclusión
Nosotros somos el principio activo de la opinión que tengamos de alguien.
Darnos cuenta de esta opinión y su origen nos ayudará a poder influir sobre ella. Si el nivel de confianza no es el más positivo para el tipo de relación que necesitas, está de tu mano cambiarla, y cuanto antes mejor ya que amplificará su evolución.
Ahora solo queda decidir que queremos hacer.
Queremos confiar y hacer este mundo un lugar más agradable donde vivir y convivir, y cuando alguien no cumpla, apartarlo y seguir disfrutando, o desconfiar de cuantos ya desconfiamos y polarizar el mundo aún más creando fobias y odios que no son más que armaduras para defendernos de nuestros propios miedos.
Yo prefiero confiar y vencer la desconfianza que pueda tener.
Eso sí, no pasar por alto a aquellos que aprovechan. Precisamente los que hacen uso de la confianza ajena para aprovecharse son los que alimentan el ánimo social a no confiar.
Defender la confianza común es responsabilidad de todos.
Una cosa es estar a la defensiva y otra cosa es no saber defenderse.
@rulasg espero tus comentarios.